Y nos dirigimos al hotel.
Esta en medio de viñas como no podría ser de otra manera y lo primero que me llamo la atención al entrar fue que cuidaban mucho los detalles. Las macetas estaban pintadas, cojines en el sillón, pequeños detalles en cada rincón, cuadros y muchísimas referencias al vino. Había una cristalera en el suelo del pasillo desde donde se podían apreciar unas tablillas de cerámica del siglo pasado decoradas con los pasos que se deben seguir en la crianza de un buen vino. Lamentablemente no salían bien las fotografías.
Incluso las habitaciones tenían nombre de vino. La nuestra era la 4. Parellada.
La habitación decorada son sencillez y buen gusto era una perfecta armonía entre la modernidad con la combinación de colores y accesorios del baño y las lineas clásicas del resto de mobiliario.
Al entrar nos llamo muchísimo la atención la escalera de caracol. Como podéis imaginar enseguida la bajamos para ver que había. ¿Que pensáis que encontramos abajo? Sorpresa... un sótano privado para disfrutar del frescor con una buena copa de vino.
¿No os parece un habitáculo muy original? Y la cara de satisfacción de mi marido lo dice todo, y mas cuando consiguió el mando de la televisión.
Pero nosotros habíamos ido a ver cosas no a sentarnos delante de la televisión, así que nos fuimos al restaurante a ver que nos deparaba. Seguimos envueltos en el ambiente del vino... hasta el salva mantel nos lo recuerda.
Después de la comida y descansar un poco, nos decidimos por visitar la laguna de Pétrola. Creo que asustamos a las aves intentando hacernos el típico selfie porque entre que no se ve la pantalla del móvil, el viento y que se volaban los sombreros, eramos mas atracción turística nosotros que ellas.
Al volver nos vimos rodeados por un rebaño de ovejas guiadas por un pastor y un perro lobo, lobo de verdad, tenía un gran parecido al lobo que siempre dibujan en el cuento de "Caperucita roja"
No nos dio tiempo a disfrutar del spa y la gran oferta de masajes que ofrecía el hotel, solo nos bañamos en la piscina al aire libre y visitamos la granja.
A lo largo del camino hay sembradas hierbas aromáticas y un pozo de cuento.
A mi marido no le gustan los animales, o eso dice él, porque la cabra se le hizo amiga enseguida y teníais que haberlo visto "hablando" con las ocas, bueno yo creo que eran gansos pero él asegura que son ocas, jajaaja Es de miedo.
El pavo real nos enseño sus plumas por delante y por detrás, que presumido.
Por la mañana un buen desayuno con el que nos dimos cuenta que la comida es universal y aunque en cada zona tenemos nuestros platos típicos algunos han conseguido popularidad en otras zonas. ¿Por que digo esto? Porque almorzamos una de las cosas mas típicas de nuestro pueblo y comarca: coquetes fregides". Si no las habéis probado nunca os las recomiendo.
Cuando se viaja por Castilla-La Mancha, no es difícil imaginar a Don Quijote luchando contra los molinos, porque molinos hay muchísimos. Los antiguos molinos han sido sustituidos por los modernos para prooducir energía renovable, con los que por supuesto nos hicimos una fotografía.
Como no teníamos prisa entramos a ver el castillo prisión de Chinchilla. Hemos pasado muchas veces cerca pero nunca lo habíamos visto así que era un buen momento para hacerlo.
Desde luego es espectacular pero no se puede acceder al interior. Al mirar por una rendija nos pareció ver que estaba derruido por dentro pero eso no lo puedo garantizar
Otra señal informativa que pasamos a menudo es la del "Santuario de Belén" y como estábamos por ver cosas allí que nos dirigimos. Comimos allí mismo y nos dirigimos a casa sin parar.
En resumen fue un muy buen fin de semana. Aunque sea difícil de creer hacia menos calor que en casa, nos relajamos en un hotel maravilloso, visitamos la laguna y dos lugares que teníamos pendientes de visitar desde hacia tiempo: el castillo y el Santuario de Belén, y volvimos con las pilar recargadas... ¿que mas se puede pedir?
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